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Tiempo de Música : Paula Almerares y Karin Lechner en el Teatro Colón : Compromiso emocional
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Paula Almerares y Karin Lechner en el Teatro Colón : Compromiso emocional
Uno de los conciertos más esperados de la actual temporada reunió a dos exquisitas intérpretes argentinas, que brindaron lo mejor de sí en un programa de obras vocales y pianísticas. Por Ernesto Castagnino
Karin Lechner y Paula Almerares en el Teatro Colón, 2015
Recital PAULA ALMERARES, soprano y KARIN LECHNER, piano. Concierto realizado el miércoles 12 de agosto de 2015 en el Teatro Colón, en el marco del Ciclo Quinto Aniversario. Obras de Claude Debussy, Gabriel Fauré, Frédéric Chopin, Franz Liszt, Johannes Brahms, Richard Strauss, Carlos Guastavino y Abraham Juravsky.
El Ciclo Quinto Aniversario parece ser el lugar donde fueron desplazados, en cierto modo, los conciertos y recitales de las figuras nacionales e internacionales, a excepción de los realizados por Daniel Barenboim y Martha Argerich, que tuvieron un abono propio, el Abono Estelar. El tercer concierto de este ciclo —en los anteriores las figuras convocadas fueron el trompetista Wynton Marsalis y el pianista Evgeny Kissin— reunió a dos intérpretes en torno al repertorio camarístico en el que ambas pudieron demostrar una vez más su capacidad de comunicación, su claridad conceptual y su amor por la música.
Un programa elegido con inteligencia y sensibilidad permitió a ambas lucir todas sus capacidades, con momentos vocales alternados con otros de piano solista, logrando un todo muy equilibrado. Pero, sin duda, lo que hizo de este concierto algo realmente especial fue la notable fusión lograda por ambas artistas, algo que sólo es posible a partir de la admiración y el respeto mutuos.
El punto de partida del recorrido fue una de las miniaturas impresionistas de Claude Debussy, “Les sons et les parfums tournent dans l’air du soir”, del Libro I de los Preludios, que Karin Lechner interpretó con refinamiento, un sonido amplio y suspendido, que es justamente lo que buscaba el compositor —quien refirió alguna vez que estas obras debían ejecutarse “como si el piano fuese un instrumento sin martillos, como si los dedos del pianista pareciesen penetrar en las notas”, sin asperezas ni sacudidas—. Le siguió otra miniatura, las tres canciones de Gabriel Fauré reunidas bajo el título de Poema de un día, con las que Paula Almerares comenzó a templar su timbre claro y su delicado sentido del fraseo.
Luego fue el turno de tres mazurcas de Frédéric Chopin, que Lechner abordó con impresionante control de las sonoridades, respirándose en su interpretación un gran sentido de libertad y, a la vez, un profundo sentido analítico. Esas cualidades también estuvieron presentes, junto a la soprano, en las cuatro canciones de Franz Liszt sobre textos de Victor Hugo. En estas complejas construcciones narrativas que más que canciones se acercan a cantatas, Almerares dio rienda suelta a un dramatismo casi operístico, que alcanzó en “Oh! Quand je dors” el indudable clímax de la primera parte del concierto, que culminó con “Die Loreley”, abriendo las puertas al universo musical germano que dominó el segundo tramo.
La segunda parte abrió con los Valses, Op. 39 de Johannes Brahms. Además de una técnica poderosísima con la que supera ampliamente las inclementes demandas técnicas brahmsianas, Lechner posee una extraordinaria gama dinámica y riqueza de colores con los que logra una variedad emocional y expresiva. El Brahms de esta talentosa pianista es enérgico pero también melancólico, grandioso pero también delicado.
Luego de su estupenda versión de las Cuatro últimas canciones en 2011, se esperaba con ansia el regreso de Almerares al universo sonoro straussiano, algo que ocurrió en esta velada con algunos de los más conocidos Lieder del compositor alemán. Si los célebres “Cäcilie” y “Zueignung” le brindaron a la soprano la oportunidad de desplegar la belleza de su timbre pastoso, con indiscutible musicalidad abordó también “All mein Gedanken” y “Hat gesagt-bleibt’s nieth dabei”. Con fraseo incisivo, la soprano platense mostró, en un repertorio diferente al que la vemos habitualmente, la ópera, su capacidad para profundizar las páginas que interpreta.
La última parte estuvo dedicada a dos compositores argentinos: Carlos Guastavino y Abraham Juravsky, encuadrados en la estética del nacionalismo musical de la primera mitad del siglo XX. Del primero Lechner ejecutó el “Bailecito”, luego, Almerares se sumó para interpretar las tres bellas y refinadas canciones de Juravsky en un brillante cierre que revalorizó la producción camarística nacional. Toda la melancolía de esas melodías inspiradas en tonadas y bailes autóctonos, acarició a un conmovido público que estalló en aplausos.
Los cuatro bises ofrecidos volvieron sobre la última parte: luego de “La rosa y el sauce” de Carlos Guastavino, vinieron los Lieder straussianos “Allerseelen”, “Cäcilie” —nuevamente— y por último “Morgen!”, con esa extensa y delicada introducción del piano. A lo largo de dos horas, el compromiso emocional y la entrega de ambas intérpretes, el entendimiento que sólo se consigue a partir de un profundo amor por lo que se hace, crearon un clima de tal calidez que las enormes dimensiones de la sala parecieron achicarse para sumergirnos a todos los allí presentes en la intimidad que un recital de cámara propone.
Ernesto Castagnino